De un saco de dormir con olor a “romero” desde el que jugabas a unir aquellos puntitos blancos que flotaban sobre tu cabeza,
Háblame del murmullo del viento silbando a tu alrededor, empeñado en meterse en el saco y dormir contigo.
Antes habías pasado por la Laguna de los Pájaros, presidida por la mismísima Vía Láctea, para dar las buenas noches a los bebés de salamandra, verdaderos dueños de sus aguas cristalinas.
Hace muchos años lo aprendimos, la felicidad está escondida en un saco de dormir y un techo de estrellas. La otra noche, desde la cima de Madrid, dormíamos rodeados de montañas de estrellas. Teníamos el cielo más cerca que ningún madrileño. Éramos inmensamente felices.
A la mañana siguiente vimos el amanecer desde el Pico de Claveles y te robé el Sol. Quería llevártelo al desayuno.
Te lo tomaste a sorbitos y mientras… te hablé de las estrellas.
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